Ensayo de una memoria sostenida
En la acción, el cuerpo sostiene con el aliento un fuego encendido. El gesto es insistente y constante. La exhalación dota de vida al fuego justo en el momento en que está por extinguirse, convirtiéndose así en un ejercicio contra el olvido, una forma de aprehender aquello que es efímero e impermanente.
El cuerpo, desde su presencia, evita una ausencia. Y en ese gesto, se desgasta, sosteniendo con vida algo condenado a desaparecer.